Diversos son los paisajes donde a veces los hombres encuentran libros nómadas, libros sin hogar, de paso siempre. A nadie pertenecen porque son de todos y ninguno.
Si te has cruzado con alguno de estos libros y ha seguido tu camino o si ha continuado su propio rumbo, recuerda al aviador perdido en el desierto que vio marcharse a un Principito, y no me dejes a mí en ese silencio sin saber qué te contó el libro que escribí, por dónde aún navega...


La literatura, desde tiempos de Homero, sólo es el regreso a los lugares en que perdimos el corazón...

(Gustavo Martín Garzo)

29 octubre 2009

Periplos varios



























Mis nómadas Ruinas han hecho unas cuantas navegaciones en las últimas semanas por latitudes y paisajes tanto patrios como foráneos. Se fueron a épocas romanas en Las Médulas y le cogieron gusto al Imperio porque alargaron su travesía hasta Lutecia y, de la mano de Ángela y de Arti, hasta alcanzar otras ruinas más egregias, en concreto las de Pompeya (véase el templo de Júpiter y el Vesubio al fondo).
Sin embargo los comentarios llegan con cuentagotas, lo que puede querer significar que aquellos que encuentran el libro y lo leen se quedan tan "estupefractos" como el batracio de El Lago Somido de Las Médulas (véase la afoto), que no da crédito del ladrillo endilgado, el pobrecito. Y los otros libros liberados entre montes y árboles quién sabe si no hayan sido devorados por hambrientos jabalíes rumiando aquello de "están locos estos romanos"...

06 octubre 2009

La última curda



Gracias a la viajera amistad sin dobleces de Arturo, algunos de mis libros han vuelto a cruzar el Charco y australmente en esta ocasión han iniciado nuevas andaduras por tierras de tango, o sea de trágica pasión. Pocas cosas podían satisfacer más a este excritor que soy como que algunas de mis palabras tal vez se entremezclen bajo la luz de algún farol porteño en atmósferas de humo, alcohol y desamor con versos como los de "La última curda":

Lastima, bandoneón,mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo, todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.

Un poco de recuerdo y sin sabor
gotea tu rezongo lerdo,
marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.
Cerrame el ventanalque quema el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?...

Contame tu condena, decime tu fracaso,
¿no ves la penaque me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya se que te hago daño
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en un licor que aturda,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón...
¡al corazón!

(Catulo castillo)